En
una de las barriadas más pobres de Tampa (Estados Unidos), concretamente en un
sitio conocido como Fishcat Bay, vive Richard T. McAlvey, al que todos en el
barrio llaman Dylan, el Escocés o Viejo Dylan. Cuando McAlvey no está
borracho –lo que ocurre la mayor parte del tiempo- suele contarle a quien quiera oírle, la
historia de la noche que suplantó a Bob Dylan sobre un escenario. Ocurrió en
Bolonia, a finales de 2005.
“Salía
del bar de Willy, acá a la vuelta, llevando un par de botellas y un emparedado
de pastrami cuando me detuvieron. Eran dos hombres vestidos de negro, como en
las películas esas de los extraterrestres cabezones. Lo siguiente que recuerdo
es que viajo, viajo mucho, durante horas o minutos muy largos y que algo me
taladra la cabeza. Es como un torno adentro mismo del cerebro, detrás de los
ojos. Estoy en una habitación de un hotel del centro de Bolonia. Me doy cuenta
porque, al mirar por la ventana, veo el Palacio de Accursio y, al volver la vista al
interior, una réplica en miniatura del mismo sobre el televisor apagado.
Alguien llama a la puerta y entra. Golpes. Taladros. Luces. Estoy subiendo a un
escenario. El guitarrista Stu Kinball me guiña un ojo. Me miro los pies y
descubro unas botas de charol en lugar de mis zapatos de tornero. Pantalón
negro, chaqueta negra con botones dorados, sombrero negro. Entonces presiento
que si palpo el borde de mi labio superior, allí estará ese infame bigotito. La
gente aplaude rabiosa. Abrimos con Rainy day woman” .
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